"El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo" (Oesterheld, El Eternauta)

PREGUNTAS – Un cuento de Esteban Valentino

PREGUNTASde Esteban Valentino


Fotograma del film de ciencia ficción Fase 7

Código Postal estaba feliz con su vida. Todo es­taba en su lugar. Todo era como debía ser y el futuro se presentaba tan prometedor como esa primera mitad de su vida que estaba transcurriendo con tanta plenitud. Era Preguntador y eso le había po­sibilitado hacerse de un nombre de la Vieja Época, cosa que solo se le permitía a los Ordenadores, a los En­contrantes y a los Preguntadores. El resto de los Res­pirantes tenía que conformarse con la combinación de cuatro letras y de cuatro números que les había tocado en suerte y todavía recordaba con desagrado cuando su madre lo llamaba a comer. Ese "ALMN4728, es hora de alimentarse" todavía le retumbaba en el cerebro como un mal sueño. Por supuesto que los Malcontestantes no contaban, entre otras cosas porque duraban en esa condición unos pocos segundos. Cuando se lo desig­nó Preguntador y se le permitió acceder a los archivos de la Vieja Época para hacerse de un nombre entre las cosas que habían existido en esos lejanos tiempos sin­tió que empezaba a tocar el cielo con las manos. Eligió Código Postal porque le gustó la sonoridad y aunque siempre ignoró para qué había servido en aquellos días de barbarie vagamente sentía que había elegido bien. O al menos así prefería pensarlo.
Tampoco se había equivocado con el trabajo. Ser Preguntador era por mucho lo mejor que le había pa­sado en la vida. Incluyendo a ZZHT7719. Ella era una buena noticia al llegar al hogar y no era mala cosa tenerla en las noches, pero no se podía comparar con el enorme respeto que sentía por sí mismo cada vez que se ponía su uniforme de Preguntador todas las mañanas. Lo había hablado con sus compañeras mujeres y a ellas les pasaba lo mismo con los hombres que les habían tocado. Era lindo que estuvieran pero si un día tuvie­ran que desaparecer por alguna causa, nada cambiaría mucho. Todo seguiría más o menos igual. En cambio, sencillamente no podía imaginar la vida sin su rutina de Preguntador. Además hacía bien su trabajo. Sus jefes se lo habían hecho notar en varias oportunidades. Hasta el mismísimo Mano Única lo había parado una vez en los pasillos del Ministerio de las Preguntas.
-Código Postal -le había dicho-, hace usted sus preguntas como si ya supiera las respuestas. No había elogio más contundente y cuando sus compañeros se enteraron, muchas miradas cambiaron el modo en que lo enfocaban. En todo eso pensaba ahora que golpeaba en la puerta de una casa cualquiera de la zona que le había tocado esa mañana. De adentro se escuchó una voz de mujer.
-¿Quién es?
-Preguntador -respondió. Sin palabras de más, sin pa­labras de menos. Abrieron. Código Postal revisó sus notas.
-¿FTYM4581? -dijo sin levantar la vista.
-Soy yo -contestó la mujer.
-Unas preguntas. Rutina. -Y sin esperar, entró a la pequeña habitación.
-¿Respira usted aquí con RAST2260 y con MJKY2188?
-Así es -dijo la mujer con marcada indiferencia.
-¿Son ellos? -preguntó Código Postal señalando a dos jóvenes que permanecían sentados en la semipenumbra del cuarto.
-Son ellos.
-¿Han mirado la luna en los días pares del último mes?
-No.
-¿Le han dirigido la palabra a mujeres vestidas con algo blanco en las calles que dan al este?
-No.
-¿Han ladrado en la noche de los últimos tres sá­bados con un gorro de lana azul en la cabeza y un solo guante naranja en la mano izquierda?
-Sí -respondió la mujer. Cuatro veces el primer sá­bado, dos el segundo y cinco el tercero. Así estaba orde­nado en el último edicto.[1]
-En efecto -asintió Código Postal-. Así estaba or­denado. Es usted una buena ciudadana. Mi sensor de mentiras me informa que ha dicho usted la verdad. Re­cuerde que cualquier violación de los edictos se castiga con la muerte en el mismo instante en que la infracción queda registrada. Y ahora permítame recordarle los considerandos[2] de los edictos y las últimas órdenes.
-¿Es necesario? -quiso saber la mujer con gesto de fatiga.
Fotograma del film de ciencia ficción Fase 7
-Es imprescindible. Todos deben saber por qué se hace lo que se hace. Bien. Escuchen con atención. "Catorce mil millones de seres humanos supera con mucho lo que el planeta puede soportar. Hay que reducir ese número y hay que hacerlo con urgencia. Los Ordena­dores hemos elegido este método. Y ya no podemos arrepentimos. Recuerden que el arrepentimiento tam­bién está penado con la muerte. Estas son las nuevas reglas que todos deberán cumplir en los próximos días sabiendo como saben que su no cumplimiento es el fin: Primera, no mirar a los perros negros entre las 2 y las 6 de la tarde, segunda: caminar pisando las líneas de las baldosas de las veredas por las cuales se transitan pero solo con el pie izquierdo, tercera: permanecer en la cama toda la mañana de los próximos dos domingos golpeando palmas al menos una vez por minuto. Bien, eso es todo. Ahora me marcho. ¿Alguna duda, señora?
-Ninguna -resopló la mujer.
Código Postal salió a la calle feliz. Todo estaba en su lugar. Él era un Preguntador, tenía un trabajo maravillo­so y la vida merecía ser vivida.



[1] edicto. Mandato o decreto. Escrito que se fija en los luga­res públicos de las ciudades y poblados, y en el cual se da noticia de algo para que sea notorio a todos.
[2] considerandos. Razones esenciales que preceden y sir­ven de apoyo a un fallo o dictamen.

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